Nuestra Historia

Un ruido sordo.

Un llanto desconsolado.

Un vientre estrujado por la bocina del barco que luego llevaría nombre propio. 

Habían pasado meses de estar escapando de algo, pero no lo tenía muy claro. Escapaba de algo, aunque no tenía del todo claro de qué. Sentía que huía y al mismo tiempo era arrancada. Dejar atrás una playa que suspiraba nostalgia y encontrar por delante una ciudad alzada de grises. 

– “Al menos trajimos lo que pudimos” – pensó ella con inflada esperanza.

Y nada duró menos que aquel suspiro financiero: Sólo quedaban las joyas de la abuela porque el dinero se lo habían comido las ratas durante el viaje. 

Así llegó Halina – la mamá de las Ignatowicz – desde la ex Unión Soviética a tierras Rioplatenses. Desde las playas de Sopot en Polonia, a los frías veredas de Villa Caraza, en la provincia de Buenos Aires.

Por aquel entonces el municipio era más una embajada improvisada de paisanos que un barrio criollo. Entre ellos estaba un tal Jorge, argentino de suelo, pero ruso de espíritu. 

Halina y Jorge son los padres de So, Natu y Chiqui. Pinsk&Pinsk es este triunvirato, pero muchas veces son un sexteto con Margy, Ana y Liliana. Seis hermanas de frente soviética pero de corazón argentino.

Criadas en Valentín Alsina, cerca de Pompeya, Halina era el símbolo del orden, el compromiso y la disciplina. Jorge, en cambio, era todo lo opuesto, un alma desordenada que, según cuentan, fundó el "comité del festejo" hace décadas. Los que lo conocieron bien dicen que, aunque fuera un poco cachivache, tenía un corazón tan grande como su desorden.

¿Y qué surgió de esa mezcla inusual? Un triunvirato lleno de generosidad, paciencia, disciplina y, por encima de todo, empatía.

Lo que las hace especial no es algo que se puede medir en telas o diseños, sino en lo intangible, en la atmósfera que envuelve cada encuentro con sus clientas. Ser hijas de dos almas que vivieron el sufrimiento y el amor en carne propia les enseñó que la vida es más que lo material; es el vínculo que se crea con quienes las rodean. Así, más que una transacción, cada vez que alguien cruza la puerta o se encuentra con ellas, comienza un pequeño capítulo de una historia compartida, y, por un instante, parte de un relato más grande.

Pinsk es el reflejo de todo esto: ¿Qué me pongo para la fiesta si las ratas me comieron los ahorros?